Llevo mucho tiempo queriendo retomar el ritmo del blog pero emocionalmente no he sido capaz.  Hablar de maternidad, aunque se traten otros muchos temas, cuando ha provocado en ti un dolor inmenso y un sentimiento de pérdida y vacío tras un aborto, no es tarea sencilla. Así que decidí hacer lo que necesitaba, parar y vivir mi dolor.

El aborto

Aunque es un término bastante extendido para denominar la muerte de un no nacido, a mi no me gusta, me parece mucho más explícito pérdida gestacional o perinatal, aunque particularmente creo que debería denominarse muerte gestacional o perinatal porque es una pérdida para siempre.

Según la Real Academia Española, el aborto es la interrupción del embarazo por causas naturales o provocadas.

Tipos de pérdidas gestacionales hay múltiples, con matices diferentes que en ocasiones marcan el afrontamiento de la pérdida: embarazo ectópico, mola, aborto terapéutico, muerte fetal, muerte perinatal… Pero desgraciadamente todas son muertes y son muy dolorosas para los padres.

El aborto y la sociedad

Simplemente no existe, está oculto y silenciado. Hasta el punto en que una pareja no suele anunciar al mundo la llegada de un nuevo ser, hasta pasado el primer trimestre, por si tienen la desgracia de sufrir la muerte de su bebé; está asumido que puede ocurrir y que mejor si nadie se entera. Por tanto el vacío, tu dolor y tu duelo, en la mayoría de las ocasiones, se vive a solas.

¿Sabías que uno de cada cuatro embarazos termina en muerte?

¿Por qué algo tan frecuente se convierte en algo inexistente? Si hay algo que produce dolor tras la muerte de tu futuro bebé, además de la pérdida propiamente dicha, es la sensación de soledad, de la presión por no sufrir y que pase rápido y por las frases bien intencionadas y con buena voluntad desinformadas que sólo provocan que tu herida se haga aún más profunda.

Hay un silencio abrumador tras la pérdida y una sensación de no tener derecho a vivir tu duelo porque hay cosas mucho peores en la vida.

La necesidad de vivir el duelo

Ante toda pérdida, se necesita vivir el duelo. El duelo provoca dolor pero si se vive, uno aprende a convivir con ello y seguir hacia delante. Si no se vive queda enterrado como una bomba que te puede explotar en cualquier momento.

El duelo en este caso es totalmente necesario y recomendable

La sociedad y el entorno tienen que permitir que sea vivido como cada uno necesite, con todo el derecho a sentir dolor hasta que uno se recupere, a poder compartirlo o vivirlo en intimidad, a poder llorar o gritar en silencio. Cada uno lo vivirá como pueda pero con todo el derecho y la comprensión de ser vivido.

En mi caso, los primeros días fueron muy duros, lloré y maldije al mundo, no quería ver ni hablar con nadie y necesitaba estar sola con mi entorno más cercano. Me ayudó mucho leer sobre la pérdida gestacional y entender que mi dolor era normal y había que vivirlo.

Cuando las emociones iniciales se fueron calmando necesitaba compartirlo y se lo conté a mis mejores amigos, fueron mi salvación y fui capaz de no callarme cuando decían cosas poco convenientes, lo que era completamente liberador.

Sin embargo, el padre lo vivió de forma muy diferente, entre nosotros hablábamos mucho pero no le apetecía compartirlo. Fuimos capaces de respetarnos y entender que ambos vivíamos el duelo a nuestro modo, de forma casi opuesta pero era nuestra forma, igual de válida y necesaria.

Acompañar a quien lo ha sufrido

El principal error es querer animar a quien acaba de sufrir una pérdida. El objetivo no debería ser que vuelvan a estar bien cuanto antes sino acompañar y respetar el duelo y, si pensamos que se está haciendo patológico, por no sentir o por una duración del dolor excesivamente prolongada (tristeza muy intensa de meses de duración), aconsejar que pidan ayuda profesional.

Las personas que más me ayudaron en el proceso fueron aquellas que no trataron de “animarme” sino de entenderme, un “lo siento”, “joder, qué putada” o “qué duro debe ser, lo debes estar pasando muy mal”. Despierta la empatía, valida el dolor y te da pie a poder contar, a llorar o a maldecir al mundo.

Lo que nunca deberías decir para animar acompañar

No se trata de animar, en el momento del dolor lo que necesitas es acompañamiento y que te sientas con libertad para no hablar, contarlo todo, llorar o que te dé la risa nerviosa.

  • “Mujer legrada, mujer embarazada”. Afortunadamente no tuve que escuchar muchas veces esta horrible frase pero me hizo mucho daño. El dolor no es por poder o no volver a ser madre, aunque sí es un miedo. El dolor es porque acaba de morir tu bebé. El legrado o que te quiten una trompa en el caso de un ectópico es un proceso muy duro. Esta combinación de palabras es explosiva.
  • “Mejor así, imagina que fuera un niño con problemas”. Sin comentarios, como pediatra prefiero no opinar sobre ésto.
  • “Ya tienes una hija, eso es lo importante”. El tener más hijos o no, te puede hacer más llevadero el duelo al igual que el tener otras personas importantes en tu vida que te apoyen pero no “arregla” nada, tu dolor es el mismo.
  • “Anímate, hay cosas peores en la vida”. El que haya cosas peores en la vida, depende de la percepción de cada ser humano y de sus circunstancias. En el momento en que me ocurrió, para mí fue una de las experiencias más duras por las que he pasado, y he vivido muchas cosas. No se trata de un ránking de experiencias según el daño que produce cada una, esta pérdida duele, y mucho. Además, no quería animarme, necesitaba vivir mi dolor y entender lo que me había pasado en la medida de lo posible.
  • “Al menos tú estás bien”. Esta frase me descolocó mucho. ¿En qué sentido estaba bien? En qué no había muerto, porque yo me encontraba física y emocionalmente machacada.
  • “Ya verás como te quedas embarazada enseguida, eres joven”. Tras un aborto surgen muchos miedos y muchas preguntas. De hecho, el siguiente embarazo no es sencillo (el embarazo tras el aborto da para otro post). No estás preparada para pensar si quieres volver a ser madre o no, estás perdida, desconcertada, dolida, vacía. La decisión de un nuevo embarazo viene después y llena de miedos e incertidumbres.
  • “No es para tanto, casi todas las mujeres pasan por ello”. Esta afirmación me dio mucho que pensar. En la mayoría de las ocasiones ves morir a tus mayores, y eso no le alivia el dolor a nadie, en esto tampoco. Lo que sí provocó en mí fue la necesidad de buscar información. Si es frecuente, muchas familias habrán hablado sobre ésto y me entenderán y me podrán ayudar y así fue.
  • “Mejor ahora que dentro de unos meses”. Durante el duelo me di cuenta de que uno se siente madre o padre en el momento en el que te haces el test de embarazo y ves que es positivo. Algo cambia en tu interior y en tu cabeza, es inevitable empezar a pensar cómo va a cambiar tu vida, qué vas a necesitar en casa. En nuestro caso que llevábamos más de un año de búsqueda, sentimos una felicidad inmensa y cuando nos enteramos de que era un ectópico y había que quitar la trompa y entrar en quirófano porque mi vida estaba en peligro, el dolor fue inmenso.

Lo que a mí me ayudó

Dejar que mi cabeza, mi corazón y mi cuerpo pudiesen sentir por separado. Mi cuerpo fue lo primero que se recuperó, mi cabeza mucho más tarde y mi corazón nunca ha vuelto a ser el mismo.

Aceptar mis necesidades sin intentar agradar a nadie, en cada momento hacer lo que realmente sentía y necesitaba, compartirlo con quién realmente quería. Tras contarlo me enteré de que mucha gente de mi entorno lo había vivido y el saber cómo se habían sentido y cómo lo habían superado fue de gran ayuda.

Llorar y maldecir al mundo, no salir de la habitación y querer compartirlo, dejar de escribir en el blog porque la maternidad me dolía y mucho.

Rituales de despedida

He leído mucho de los rituales tras la pérdida. En nuestra sociedad, a quien fallece se le despide, es una manera de que todas las personas que lo deseen puedan decir adiós y de compartir el dolor. Sin embargo, en la muerte gestacional uno pasa de estar embarazada a no estarlo, de un día para otro, llena de dudas y con un dolor inmenso que no sabes cómo encajar ni compartir.

Los rituales de despedida pretenden ser ese último adiós, hay muchas formas de hacerlo y no hay nada establecido. Se pueden hacer uno o varios, en un mismo día o en días distintos: plantar un árbol, guardar una caja con los recuerdos, hacer una ceremonia, entre otras muchas posibilidades. Nosotros aún no hemos hecho nuestro ritual, aunque sí nos gustaría hacerlo.

Espero que no haya más padres que se sientan solos ante su pérdida, que entre todos seamos capaces de concienciar a la sociedad de la necesidad de validar este dolor y que aprendamos a acompañar a quien lo sufre.

Muchas gracias a todas esas personas que estuvieron con nosotros en uno de los momentos más duros de nuestra vida, en especial a nuestra familia.